viernes, 20 de febrero de 2009

Con el corazón a la sombra

Ella se esconde siempre detrás del mar, dice que allá a lo lejos hay un coral lleno de peces sin espinas ni gusto a sal donde abundan fuselajes de sirenas de ademanes aliviados, como si el inminente sufrimiento de amores malditos conservara la piel en estado con estampas de un afable mordiscón. Anclado y humillante. Eterno y aún más pulcro que sus cabellos derrotados. Ella se asoma resplandeciente a orillas del sol y besa mis párpados con sed. Los besa sin calcinarse, tiene su corazón a la sombra y el mío también. Doradas a espaldas del sol y a la vista de nubes incesantes y bien lustradas, musitamos sobre el lienzo. Mortífera es la risa que arrastra las olas hasta acá. Saben a mí y golpean arenosas el cuerpo que rechazan. Comienzo a temblar y ella apresura la despedida. Puedo ver cómo se aleja mientras mi mano juega a atraparla y se filtra detrás del sol. Puedo ver cómo su nado deja estela al ras del mar mientras un cuerpo que desconozco se enreda entre las algas condensado y sin mutar.