En sus ojos sólo se ven resonancias que exasperan.
Sus ojos, grandes depósitos de la incertidumbre,
apilan inmensas extensiones de ecos propios de una voz
resquebrajada
y al acecho de lo que va a venir,
de lo que fue,
del azul al albor,
del albor al azul,
de la danza inoportuna que lo ahonda y lo despierta y lo tumba
de la luz a la sombra,
de la sombra a la luz.
Para dejarlo bailando solo,
suspendido
en el mareo de una danza que añora porque ya no recuerda.
Acá terminó todo y comenzó todo y el azul aconseja .
Y su mano, su mano escuálida, aún late y percibe
cómo haces de rayos irrumpen y atenúan su soledad petrificada.
1 comentario:
Es un arlequín. No hay duda.
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