miércoles, 10 de junio de 2009

Elegía del perro tuerto

París se repite un par de veces hasta adherirse a un porta vaso
y entre risas ajenas y la suya hacemos fondo.
También Venecia se diluye hasta aguarse en una servilleta.
Yo tengo un refugio: entro en sus manos.

Astuto frío,
bravucón.
Astuto frío,
tajarme así.

Una sala de cartón corrugado ansía el beso que empieza.
Ya todo es circular y hoja de otoño.
También el beso insípido se deshace en mi boca.
Diminutos estallidos se conservarán como frutos rojos.

Asoma el frío,
desafiante.
Inútil es el frío
cuando quema el sol.