viernes, 15 de agosto de 2014

Retrato de una de las voces más influyentes del Folk Por Julieta Desmarás


To sing, to sing. To sing is a state of mind”. Jackson C.Frank

Marzo lo trajo y también se lo llevó. Su nombre nunca estuvo entre los mimados del folk, aun siendo referente, me atrevo a decir, de casi todos los músicos más reconocidos del género. Sin embargo, su nombre se diluye bajo el crack de las hojas que reciben el otoño. Jackson C.Frank grabó un único álbum, señal suficiente para demostrar el talento de un genio. Su vida estuvo marcada por una gran tragedia, a la edad de 11 años explotó la estufa del salón de clases, matando a 15 de sus compañeros de escuela. Estuvo 11 meses internado y sufrió quemaduras que lo acompañaron el resto de su vida. Fue así, en el hospital, como descubrió la viola y se puso a tocar. Lo que comenzó como una cosa de chico lo convirtió en culto. Jackson C. Frank fue el más grande cantautor folk durante la década del sesenta y como todo lo bueno que se preserva, casi nadie jamás lo escuchó. Fue venerado por Nick Drake, Bert Jansch, y muchos tantos otros. Dueño de una vida lastimada, y de una voz capaz de transmitir la emoción del poeta. Porque así lo era, pese a su pesadumbre e inseguridad como escritor, sabía cantar una historia.

Un buen año

 En 1965, decide partir a Inglaterra. Ya para ese entonces el joven Frank contaba con varias bandas de folk en su haber. Ese año publicó su único y genial disco. Un disco producido por Paul Simon, compañero de piso durante su estadía (también compartió piso con Al Stewart) y a quien conoció y entabló amistad. Paul Simon & Art Garfunkel, una de las duplas más exitosas de la música, realizaron un cover de uno de sus temas (“Blues run the game”). Grabó su disco en tres horas en un estudio de la CBS en Londres. Cantó y tocó detrás de un biombo porque le intimidaba que lo vieran cantar. El disco fue un éxito en Inglaterra. Participó en varios programas de televisión y vendió miles de discos. Álbum que suena a la par de magnánimos como Tim Buckley, Bob Dylan, o Fred Neil; y que influiría a toda la escena musical del momento. Entre 1965 y 1967, Jackson C. Frank fue uno de los grandes nombres de la escena folk británica, dando conciertos por todo el país y abriendo camino a varios artistas. Buenos tiempos, para él y para aquellos que vieron el flash de una estrella fugaz.

Triste, solitario final
 Sin embargo, si bien el álbum fue un gran éxito de ventas en Reino Unido; Estados Unidos no estaba preparado para recibir tanto talento, y tras un desastre comercial su discográfica rechazó sus propuestas para el siguiente disco. Su vida comenzó a disiparse y sumido bajo una fuerte depresión y el estigma de aquella fatalidad que vivió de niño y de la cual nunca se recuperó, regresó a Nueva York y se desmoronó. Una vez más, la tristeza había ganado el juego.
Nunca más se supo de él, se lo daba por muerto y algunos lo casaron y lo imaginaron en Suiza. Otros por poco acertaban y lo confundían entre los vagabundos de la gran ciudad. Jackson, deambuló por todos lados y cansado de pensar entró en un asilo.

Alguien piensa en mí 
Jim Abbott es un melómano que un día del año 1993, rastreando en una tienda de discos de segunda mano de la ciudad, encontró un disco de Al Stewart que llevaba tiempo buscando. Al llegar a su casa encontró en el interior una dedicatoria: “To Jackson, all the best, Al Stewart”. Volvió a la tienda y descubrió que el tal Jackson era Jackson C. Frank y que solía aparecer por la tienda y vender discos viejos. La primera vez que lo conoció le impactó, al verlo dejado y tumbándose por la acera. Lejos de aquella imagen de chico esbelto y pintón de los años 60. Fue Abbott quien lo ayudó a recuperar los derechos que su disco había generado desde 1965, logrando una pequeña pensión para los últimos años de la vida del músico.
¿Cómo se hicieron amigos?
 
Lo conocí accidentalmente en 1993. Yo estaba buscando una copia de su álbum y cuando le pregunté a un profesor de radio Si había escuchado acerca de él, y me dijo que habían ido juntos a la escuela y que hace poco había recibido una carta en la que le pedía ayuda. Él estaba muy ocupado entonces me preguntó si yo lo quería ayudar, cosa que hice, claro. Así lo conocí y comenzó el proceso de rehabilitación. Simplemente día a día nos fuimos haciendo amigos.

¿Cómo era como artista? ¿Cuáles eran las cosas que disfrutaba hacer?
 
Era muy creativo pese a que por muchos años no pudo hacer música. Una vez que se encontraba en una situación más normal, se enfocaba en su música y componía. Amaba escribir, era su pasión. Durante un tiempo fue editor de un diario.

¿Una anécdota que quieras recordar?
El último recital que vio fue a John Renbourn & Robin Williamson, en Nueva York de 1998. Para ese entonces, su salud se estaba deteriorando, pero disfrutó mucho del show. Sobretodo la charla con John tras bambalinas. Más tarde, volviendo a casa, recuerdo que me preguntó quién era y a quiénes habíamos ido a ver. Pensé que su mente le estaba haciendo una mala jugada…me explicó que la última vez que había visto a Renbourn, éste estaba flaquito y con pelo y ahora era gordo y pelado ¡Un simple error!

En sus últimos años, ¿qué tipo de música escuchaba? ¿Cómo fueron aquellos años?Disfrutaba mucho de la música. Sobretodo mucho pop pero su tema preferido durante la época en que lo conocí era “1952 Vincent Black Lightning” de Richard Thompson. También solía escuchar la versión de su tema ‘Blues run the game” por Simon & Garfunkel.

Si bien sufría de depresión, ¿tenía sus momentos de lucidez? ¿Fue capaz de sentirse bien como para hacer música? No era depresivo a nivel clínico. Sufría de esquizofrenia paranoica pero al estar medicado lo mantenía bajo control. Tenía buen sentido del humor y le encantaba reírse de chistes boludos.

¿Conocés alguna de las historias detrás de sus canciones?
Sí. “Marlene” es una para contar. Marlene Dupont era su noviecita durante su infancia en Búffalo. Estaban los dos en la misma clase de música cuando sucedió la tragedia. Lamentablemente ella perdió la vida. Jackson cargó con la culpa de haber sobrevivido, y la canción trata sobre eso: “A través del fuego, quema su vida apagándola, y me deja un poco más... soy un cantante lisiado... y se iguala el marcador”. La canción con las líneas más potentes que escuché en mi vida.

La gloria que no he conocido será tuya
La última paria de Jackson, fue un hecho casual y sucedió en un parque donde unos chicos, jugando y sin querer, le pegaron un tiro en el ojo. Ciego y con serios problemas psicológicos, tocó en bares durante los siguientes años. Finalmente murió de una neumonía el 3 de marzo de 1999 a sus 56 años de edad. Jackson C. Frank fue un hombre que, bajo cicatrices grabadas prematuramente en su rostro, cantó a más no poder. Pocas personas – y en particular amantes de la buena música- permanecerán inmunes a las melodías provocadas por este genial cantautor. Entre los artistas que versionaron sus canciones se encuentran: Nick Drake, Simon &Garfunkel, Bert Jansch, Sandy Denny, y Counting Crows.
Porque el mundo no quiere deshacerse de lo grandioso del mundo, a día de hoy sigue siendo novedad. Marzo se fue, no sin antes dejarnos un fragmento de una canción que nunca llegó a grabar:

 PH Jim Abbott
They’ll take the boys in blue
Chorus: Like a rose trellis in the wind of winter
Shaking out the dry petals to the ground
It takes a man from his woman to tear
The world destroyers down